El papel de la violencia y el terror en las revoluciones mexicana y rusa
El siglo XX estuvo marcado por dos
revoluciones consideradas las más importantes de la época que marcarían el
rumbo de ambas naciones en donde se desarrollaron para el resto de la historia.
La
revolución rusa

La
primera podría llamarse “la revolución desde abajo”, que incluye tanto el
derrocamiento del antiguo Estado como una guerra civil entre las diversas
facciones revolucionarias. En febrero de 1917, el zar de Rusia fue derrocado, y
después de la revolución bolchevique de octubre empezó una sangrienta guerra
civil, primero entre los bolcheviques y las fuerzas del viejo régimen, y
después entre los bolcheviques y otras facciones revolucionarias tal como los
mencheviques y los social revolucionarios. En México, se produjeron primero la
revolución maderista y la revolución contra Huerta que unió a todos los
revolucionarios. Luego vino la guerra civil entre las facciones más radicales
de la Convención y los carrancistas más conservadores.
En México, la “revolución desde arriba” que tuvo lugar bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas trajo las más profundas transformaciones sociales que México haya conocido. Lo que más impresiona y lo que primero me indujo a pensar en esta comparación es una profunda diferencia entre estas dos “revoluciones desde arriba” que le dieron una cara distinta a la entonces Unión Soviética y a México durante los años treinta. La revolución estaliniana se llevó a cabo en un ambiente de terror, con millones de víctimas. No se toleró ningún tipo de oposición. Stalin, el dirigente revolucionario, se convirtió en un semidiós, que se mantuvo en el poder hasta su muerte, con autoridad ilimitada. Algo similar ocurrió en China con la revolución cultural y el poder
La
revolución mexicana

En México también tuvo lugar una “revolución
inspirada desde arriba” aunque como bien se menciona recibió mucho apoyo de
“abajo”, pero en donde el dirigente Lázaro Cárdenas sólo estuvo en el poder por
seis años (1934-1940). Las más grandes transformaciones en la historia de
México desde los inicios del siglo XX tuvieron lugar en ese sexenio: la
profunda reforma agraria que transformó el campo; la expropiación petrolera que
limitó el poder de las compañías privadas extranjeras; las reformas educativas
y laborales.
Pero mucho más sorprendente, en contraste con la URSS y con China, es que la época cardenista fue la menos violenta en la historia de México desde los comienzos del siglo XX: hubo relativamente poca represión y no puede hablarse de un terror masivo contra grupos disidentes. Existieron legalmente las organizaciones de oposición y tuvieron sus órganos de prensa. Cárdenas nunca se convirtió en un semidiós ni quiso ser un dictador de por vida. De hecho, en contraste con todos sus predecesores después de Madero Carranza, Obregón y Calles, Cárdenas no tenía intención alguna de mantenerse en el poder después de su sexenio. Además puso fin al conflicto entre la Iglesia y el Estado en el año 1938.
Las diferencias
No cabe duda de que hay diferencias
importantes entre las revoluciones rusa y mexicana. En contraste con México,
Rusia era una potencia mundial, por lo cual la revolución rusa fue en gran
parte un producto de los enormes sacrificios que le impuso la primera guerra
mundial y del debilitamiento del Estado que resultó de ella. Nada similar
ocurrió en México. El grupo triunfante en la revolución rusa los bolcheviques
tenía metas utópicas y universalistas: querían transformar completamente a la
sociedad y al individuo, y se veían como la vanguardia de la revolución
mundial, cuyas verdades tenían validez universal.
Con este fin crearon la Internacional Comunista e impulsaron revoluciones en muchas partes del mundo. En México también existían grupos revolucionarios con metas utópicas. Los
zapatistas querían recrear una sociedad rural compuesta enteramente de pueblos comunales una sociedad que nunca existió, pues los pueblos siempre estaban ligados de una manera u otra con grandes haciendas. Los villistas querían recrear una vieja institución fronteriza de colonias militares y, en palabras de un observador extranjero de la época: “querían que la propiedad de los ricos fuera administrada por el gobierno para el beneficio de las masas, y aunque no fue claramente articulado, el ideal socialista parece dominar este movimiento”. Pero estas facciones utopistas fueron derrotadas por la facción carrancista, que además de no tener metas utópicas, se oponía a la reforma agraria y creía claramente en el capitalismo, aunque sus dirigentes preferían que este capitalismo fuera mexicano. Las metas de los
revolucionarios mexicanos eran mucho más
limitadas que las de los revolucionarios rusos. Algo más, los mexicanos nunca
trataron de exportar su revolución.
Finalmente,
otra diferencia importante es que durante la revolución rusa las antiguas
clases dominantes como los terratenientes, la burguesía, los inversionistas
extranjeros fueron expulsadas o asesinadas. En México, muchos miembros de la
clase dominante sobrevivieron y mantuvieron sus propiedades.
A pesar de estas diferencias, hay puntos
coincidentes entre ambas revoluciones. Las dos pueden ser consideradas como
revoluciones sociales: en ambas hubo una participación masiva de las clases
populares sobre todo de los grupos rurales en la primera fase del movimiento;
en ambas se destruyó el viejo Estado; ambas tuvieron como resultado grandes cambios en la propiedad de
la tierra y en las relaciones de estos países con las grandes potencias. 





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